Apropiaciones

“Cuando leo, aunque no me consagre a la fotocopia de tal o cual página, aunque no señale ni una frase, aunque no la copie en mi cuaderno, mi lectura descompleta el texto, cazo furtivamente, como bien lo decía Michel de Certeau: me apodero de un trozo, lo llevo en mis pensamientos, lo combino con otros fragmentos. Con esos materiales tomados construyo una morada donde habitar, donde -momentáneamente-no dependo de nadie. [...] Todo relato de lector conlleva así una mención de trozos que este ha tomado para edificar su casa, que han permitido nuevos usos, nuevas interpretaciones, trasposiciones a menudo insólitas.[...] Porque hay una dimensión de apropiación salvaje, incluso de desviación o de robo, en la lectura y, de manera más amplia, según creo, en la apropiación de los bienes culturales. [...] Ahora bien, ese gesto de rapto, de desviación, que caracteriza a la lectura, ese poder de lo escrito para plegarse a capricho de cada cual, incluso a las más secretas de sus fantasías, esa cualidad que tienen las palabras de escapar a toda sujeción de los signos, a partir de que cada quien puede hacer pasar por ellas su propio deseo y asociarlas a otras palabras, siempre han asustado. Y no ha cejado en la voluntad de controlar la recepción de los textos”.

Petit, Michele. Lecturas: del espacio íntimo al espacio público. México. FCE.2001. p. 88