9.06.2012

El alma al diablo


 EL DOLOR Y LA CULPA
En esta novela el autor, Marcelo Birmajer, nos acerca a las costumbres y tradiciones de la cultura judía. Una historia contada por el personaje que a la edad de sesenta y dos años se remonta a su niñez en un barrio típicamente judío, en el Once. Allí vivía él, Mordejai, el personaje, un chico de doce años, hijo de inmigrantes Polacos que llegaron a este país huyendo de la miseria y la matanza. Un padre practicante que se acerca a la religión para apaciguar y sobrellevar su triste sentimiento hacia aquellos judíos, que no tuvieron su suerte, no huyeron de Europa y fueron aniquilados por los nazis. Este hombre transmite a su familia y a su hijo, especialmente, esa obligación de acercarse a los mandatos de la religión a través de su vestimenta y de su preparación para la llegada de su baarmitzvá. Una historia de vida que se mezcla con una  trama de suspenso en la que el personaje se ve involucrado. Una casa misteriosa, cerrada, cercana a la suya y tan distinta a la que habita con su familia, que llama poderosamente la atención del barrio y de él en especial. Unos habitantes de oscura historia con los que se ve involucrado. Un suspenso que derivará en una verdad muy diferente a la esperada y que lo llevará a darse cuenta que no todo es como se ve o se cuenta.

Una historia que por momentos se vuelve aburrida, pero que su trama de misterio nos invita a seguir con la lectura. Que nos hace pensar en cómo cambia la vida y lo difícil que es disfrutar de ella cuando en nuestro interior se carga con la culpa de la mentira o el engaño. Con un final, en parte esperado, que nos enseña por un lado a saber que las creencias están en uno y que no es necesario cumplir rituales, usar vestimentas o mantener costumbres para sentirme parte de ellas.

Enfrentar y defender nuestras decisiones sabiendo que las mismas no van a ofender, herir, ni cambiar lo que sentimos. Y recordar que no es bueno borrar cicatrices de nuestro cuerpo, porque cada una de ellas forma parte de nuestras vidas, guardan el recuerdo de lo vivido y nos sirven para aprender y no olvidar.

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